La frase del título pertenece (lo sabrán los entendidos) a Los Simpsons.
La dice Poochie, el perro rockero, cuando lo sacan abruptamente de la
serie de dibujos animados en la que había debutado con poca suerte como
personaje secundario.
Se ha muerto Ray Bradbury. Y quizás se le pudiera hacer decir lo mismo,
que debía irse porque su planeta lo necesitaba. Marte, claro.
Si las Crónicas Marcianas plantearon un punto de inflección en la
literatura de Ciencia Ficción, la obra integral de Bradbury, junto con
Asimov, Philip K. Dick y otros gigantes, le dieron a ese género
literario una sólida base filosófica. Es decir, propusieron un corpus
conceptual acaso inalterable desde el cual abordarlo.
Los datos biográficos son irrelevantes para un tipo como Ray Bradbury.
La huella de su paso por nuestro planeta excede por completo esos
embelecos engañosos. Puedo atestiguar, sin embargo, que llegó a mi vida
con un libro extraño que aún puedo leer con avidez: La Feria de las
Tinieblas, el título en castellano de "Something wicked this way comes",
que es una cita del Hamlet de William Shakespeare: "por las cosquillas
en mis pulgares, algo malo viene hacia acá" es la frase. Una premonición
del desastre.
Alimentó con abundancia el territorio de mis fantasías infantiles,
contrapesando con su narrativa luminosa la oscuridad que ya había
sembrado allí Edgar Poe. Las aventuras de Jim Nightshade y su amigo Will
fueron también mías, un poco como me había ocurrido con Twain y su Tom
Sawyer. Seres maravillosos, protagonistas de historias maravillosas.
Pocas lecturas de la infancia o la adolescencia resisten el paso de los
años, siempre dentro de la subjetividad propia de cada persona. La Feria
de las Tinieblas sobrevivió mi propio paso del tiempo como pocos libros
de aquella época de mi vida.
Existe una escuela literaria que afirma que el escritor escribe (o debe
escribir) exclusivamente sobre lo que ve o conoce de primera mano. Es,
claro está, una mirada apenas. Una que niega el vasto campo de la
imaginación en favor de la experiencia vivencial. Y que limita, sin
dudas, el rico campo de la producción literaria fantástica a casi una
crónica periodística. Según esta escuela tan autolimitada, el bueno de
Ray jamás podría haber escrito sus Crónicas Marcianas. No es demasiado
probable que haya estado efectivamente allá. Por lo tanto, no estaría autorizado a escribir sobre lo que no conocía.
Por suerte, la fantasía existe, aún a pesar de los que intentan
demolerla. Allí habitará para siempre este viejo sublime cuya
imaginación desmedida permitió vislumbrar, tanto el dibujo de mundos
acaso improbables, como el futuro de nuestro propio mundo antes de
tiempo. Es algo parecido a la mirada del profeta.
Cuando el gran John Houston decidió llevar al cine la monumental novela
Moby Dick de Herman Melville, lo eligió a él, que era un joven guionista
casi desconocido, para adaptar ese desmesurado edificio literario a una
película de una hora y media de duración. Sus experiencias alucinantes
durante aquella filmación en Irlanda, en la década del cincuenta, con
Houston brillando en todo el esplendor de su locura y su autoritarismo,
se hallan narradas en su mejor libre de no ficción, Sombras Grises,
Ballena Blanca. Allí, en ese jovenzuelo aterrado por la figura del
legendario director, que lo obligaba a ir de una taberna a otra para
absorber el "color local" junto con el whisky y las peleas a trompada
limpia, formó al escritor genial que se destacó a partir de los años
sesenta con su prosa creadora de maravillas.
Vivió casi un siglo, el fin del cual lo halló despotricando contra la
modernidad que él, quizás, contribuyó a crear. Repudió a los correos
electrónicos porque favorecían, según su parecer, la desaparición de la
escritura tradicional como forma de comunicación entre las personas. Más
lenta pero más personal y sensible.
Significa, tal vez, que ya no se sentía obligado a sentir apuro por nada.
Escribió una vez que "la muerte es un asunto solitario". Debe de haberlo comprobado ahora. No es poco.
Por último, transcribiré aquí, con la disculpa del lector, un párrafo de
mi novela preferida del viejo Ray. Porque sí, porque realmente creo que
hay que cuidarse de las gentes de otoño:
- Para algunos el otoño llega temprano y se queda mucho tiempo en la
vida; octubre sigue entonces a septiembre y noviembre sigue a octubre, y
luego, en vez de diciembre y el nacimiento de Cristo, no hay Estrella
de Belén, no hay regocijo, y septiembre vuelve otra vez y el viejo
octubre, y así durante años, sin invierno ni primavera, ni verano
vivificante. Para estas gentes el otoño es la estación normal, el clima
único sin alternativa. ¿De dónde vienen? Del polvo. ¿Adónde van? A la
tumba. ¿Es sangre lo que les corre por las venas? No, el viento de la
noche. ¿qué se les mueve en las cabezas? El gusano. ¿Quién habla por las
bocas de estas gentes? El sapo. ¿Quién ve por esos ojos? La serpiente.
¿Quién oye en esos oídos? El abismo entre dos astros. Pasan la tormenta
humana por el cedazo en busca de almas, devoran la carne de la razón,
llenan las tumbas de pecadores. Los impulsa un frenesí. Invaden todo
como escarabajos en ráfagas; reptan, se arrastran, se filtran, oscurecen
las lunas y enturbian las aguas claras. La tela de araña los oye,
tiembla... y se rompe. Son las gentes del otoño. Cuídate de ellos.
MP
©2012 Mario Paulela
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