martes, 5 de mayo de 2015

LA BESTIA Y LA VENTANA




Mirando atentamente a través del vidrio, la bestia vio que empezaba a llover.
Detrás de la ventana cerrada, en la habitación a sus espaldas, no se oía más que el silencio.
Y la lluvia azotó con fuerza el campo y el techo de la casa solitaria. Y también el río y los animales lejanos que buscaron refugio bajo los árboles.
Y un relámpago, el primero de muchos, rajó la oscuridad con un dramático estruendo luminoso.
Los ojos de la bestia miraron esa luz blanca sin pestañear y sus retinas atesoraron su brillo mortal por un largo tiempo.
La tormenta duró hasta el amanecer y su fiereza inundó los valles. El río se hinchó y se llevó consigo animales y chozas cercanas. Fue la peor tormenta en muchos años y aún una generación más tarde, todavía se hablaría de aquella catástrofe.
Cuando la luz del día, borroneada por el temporal, se hizo más clara, la bestia se alejó de la ventana y miró a la mujer atada en la cama, en medio de la habitación. Estaba muy lastimada y enloquecida de terror. Sus ojos, amoratados y llorosos, miraban desorbitados a la bestia. Había sangre por todas partes.
Y la bestia dijo:
-voy a extrañarte cuando ya no estés.
Había en su voz un tembloroso matiz de cariño.

©2007 Mario Paulela

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